John Cage

Music for piano 1-84

Neos 10703/04

 

Para el discófilo, es excitante conocer las cualidades de una obra musical a través de la escucha comparada. Por desgracia, la existencia solamente de una versión, en el mayor número de los casos, de las obras contemporáneas en el catálogo fonográfico, impide que este saludable ejercicio se practique a menudo. Ha sido por medio de las distintas versiones como el aficionado ha ido introduciéndose en unas músicas que, debido a la dificultad de conocerlas en concierto, se han llenado de un aura de hermetismo e inaccesibilidad que no corresponde, en realidad, con el propósito de los compositores. Un caso flagrante lo constituyó recientemente la versión que de la extensa Triadic memories, de Morton Feldman, realizara la pianista Sabine Liebner para el sello Hänssler, donde hizo descubrir al mundo, por fin, todas las bellezas encerradas en tan formidable partitura, sin duda, la más desarrollada del autor. La casualidad ha querido que la misma pianista, actualmente residente en Munich, sea la protagonista del descubrimiento que supone esta edición en CD de Music for piano, de Cage, en el flamante sello Neos. Liebner aborda un ciclo poco conocido de Cage, que por las fechas de composición (1952 y 1956), se halla entre obras tan emblemáticas como Music of changes y el Concierto para piano y orquesta. En el mercado, figuraba hasta ahora, como única referencia, la versión que hiciera Steffen Schleiermacher para MDG en 1998 (“Complete piano music, vol.2”). Schleiermacher ofrecía una lectura convincente desde el uso de una técnica que se antojaba, en ese momento, la justa. Pero en absoluto la escucha de esa música, en manos del alemán, suponía el descubrimiento de una obra especial en el catálogo cageiano. Liebner, en cambio, en la versión grabada en Munich en 2003, desvela ya no tanto un mundo nuevo como la fiel restitución de, precisamente, todo aquello que normalmente atribuimos al estilo de Cage: dilatación del tiempo, acordes espaciados, profundos silencios, tono de gran concentración. El problema de la grabación de MDG salta ahora a la vista: Schleiermacher no lograba transmitir nada especial al receptor, al estar sometida su interpretación, en primer lugar, a una excesiva fidelidad a la escritura convencional del piano y, en segundo término, a no contar con un trabajo de espacialización adecuado. Al no gozar, en su caso, de un trabajo creativo por parte del ingeniero de sonido, el resultado era plano. Liebner, por su parte, borda las sonoridades, haciendo cómplice al oyente de las mil y una sutilezas que contiene este mundo propuesto por Cage. Lo que en Schleiermacher era una obra sin brillo, aunque interesante por lo que insinuaba, en Liebner se convierte en gozosa experiencia de la escucha. No sólo la técnica de Liebner se pone al servicio de la idea deslumbrante de Cage, sino que además se beneficia de una soberbia división de los planos sonoros, de un extraordinario efecto de espacialización. El resultado es deslumbrante. Ahora, con la pianista de Munich, el ciclo Music for piano, con sus casi dos horas de música, se sitúa en ese dorado círculo donde moran las grandes obras musicales de la modernidad (y, en el catálogo de Cage, sólo comparable a One5, Two6 o Ryoanji).

Es sorprendente, empero, que ante una obra de tan radical y despojada belleza como esta, los analistas hayan pasado siempre de puntillas. Y es que, como sabemos, es costumbre de los biógrafos presentar cada obra desde la única perspectiva del análisis formal, de la disposición del material. Así, tenemos que, en los libros consagrados a Cage (Pritchett, Revill, Bosseur), sólo se atiende a los esquemas derivados del “I Ching” con los que Cage elabora la pieza. En las notas incluidas en el CD, Helmut Rohn se centra en cómo monta la obra el autor por medio de procedimientos de azar, sin importar algo que no deberá escapársele al que aborde esta magna obra desde la escucha atenta: Music for piano contiene, en sí misma, todo el arte de Cage. Se asiste, en la recepción de la obra, a todo un vasto recorrido por las diferentes maneras de tratar el sonido por parte del compositor, desde los ecos del piano preparado en las secciones 1 y 2 (1952) y su estética lejanamente ruidista, hasta el mundo de largos sonidos tenidos de las Music for piano 53-68 y 69-84, de 1956. Es muy ilustrativo hacer este ejercicio, comparar el tratamiento casi percutido del piano, en 1952, con un instrumento concebido, tan sólo cuatro años después, como objeto forjador de los acordes más delicados y hermosos. Esta paz y esta (sólo aparente) falta de tensiones, tan buscada por Cage, se dan con plenitud en Music for piano, ya en 1956. El autor (y Liebner, la pianista) se adelantan 30 años a las piezas de la última y ascética etapa: las “number pieces”. 

Francisco Ramos

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