American Music

“AMERICAN MUSIC”

Obras de Reich, Barber y Crumb

Cuarteto Diotima.

E


TRENES Y ADAGIOS

A pesar de que se trata de cuartetos de cuerda muy reconocidos y que figuran con normalidad en el repertorio, la grabación del Cuarteto Diotima de las piezas Different trains, de Steve Reich, 1988, Cuarteto de cuerdas, op. 11, compuesto por Samuel Barber en 1936, y el Black Angels de George Crumb (1970), para el sello Naïve, ha de recibirse con alborozo, pues se trata de una interpretación que combina musicalidad con un respeto absoluto por el tono de cada una de las obras y, además, goza de una toma de sonido tan envolvente que hace preferible al Diotima frente a lecturas anteriores de estas piezas. Es difícil aportar signos de cambio, matices nuevos a partituras como Different trains, donde juega un papel importante el material electrónico, por la sencilla razón de que hay un trabajo previo que ya está instalado en la propia obra, pero los miembros del Diotima superan este particular añadiendo un tono exultante, que es lo que necesita una pieza como la de Reich, o un aire de misterio, que es donde hay que situar la partitura de Crumb. El cuarteto de Barber es más convencional, pero deslumbra la serenidad de la interpretación, pues el Adagio famoso de Barber, que ocupa la sección central de su cuarteto, se muestra sin ninguna dulcificación. El programa es, pues, completo, y abarca un amplio abanico de propuestas de cámara en la producción americana del XX.

Lo curioso de este programa es que contiene dos obras, las de mayor duración y fuste, es decir, las compuestas por Reich y Crumb, que no corresponden, en realidad, a la naturaleza del cuarteto de cuerdas, por cuanto aportan unas variantes que las dejan como piezas aisladas, enormemente originales. La obra de Reich pertenece a la escritura minimalista y añade, además, como se sabe, el uso de la palabra como material de partida de la línea melódica. Por su lado, Black Angels está pensado para un cuarteto amplificado, lo que, añadido al empleo indiscriminado de citas, lo convierte en una rara avis. Crumb transgrede los límites sonoros del cuarteto clásico. Está claro que el arsenal instrumental es para dos violines, un cello y una viola, pero introduce tal serie de elementos extraños que casi habría que hablar, en su caso, de una obra que está pensada más como una pieza para ensemble que para cuarteto de cuerdas. El comportamiento del tejido sonoro, que se inicia con el estallido de los instrumentos amplificados, tiene más que ver, en efecto, con la sonoridad de un conjunto, pues la diversidad de colores instrumentales es tan patente como seductora. Las características clásicas del cuarteto permanecen en la pieza de Barber, que aparecería aquí como complementaria si no fuera porque es portadora de una gran belleza, reforzada por la magia inmarchitable de su legendario “Molto adagio”, con su carácter de melancólica letanía. Es interesante e instructivo prestar atención a la versión para cuarteto, es decir, la original, del famoso Adagio, pues la sonoridad para cuerdas no contiene el excesivo pathos de la transcripción orquestal de esta pieza.

 

Francisco Ramos