La evolución de la música española sufrió un duro paréntesis a lo largo de la década de los años cuarenta; por un lado, el aislamiento político con el exterior, posterior a la Guerra Civil, repercutió muy negativamente en el ámbito cultural y artístico; y por otro, los gustos musicales de la sociedad se estancaron y, en algunos casos, volvieron la vista hacia un neoclasicismo desprovisto de espíritu renovador y un nacionalismo castizo; ambas líneas contrastaban con la visión universalista que tomaron las corrientes musicales posteriores a 1945, con el final de la Segunda Guerra Mundial, a las que los creadores y público español permanecieron ajenos, merced a las citadas circunstancias.