La Ofrenda musical de J. S. Bach, compuesta en 1747, es música pura, concebida para su disfrute tanto en acto como en potencia. Al carecer de instrumentación prefijada parece incluso tener como objetivo la generación de un placer intelectual en quien se aventure en la maravilla de sus pentagramas. El amor y la devoción por estas notas musicales condujo a Anton Webern a culminar en 1935 un nuevo diamante musical, en el que el compositor vienés abrigó con su pensamiento estético el sublime, desnudo y contundente cuerpo modelado por el compositor barroco en la segunda Fuga ricercata a seis voces incluida en su “Ars canonica”. Nuestro objetivo es estudiar la obra de Webern aunque, paradójicamente, descubriremos como el estudio de la partitura de Bach nos permitirá conocer a Webern, y el de la de Webern a Bach.