Entender la música desde un punto de vista puramente intelectual, o como un hecho físico en el que la escucha emocional es lo relevante, son dos posturas que se han entrecruzado durante toda la historia de la música, si bien es el nivel intelectual el que parece haberse elevado siempre por encima del sensorial en esta jerarquía. En el presente artículo se plantearán vías de reflexión sobre estos dos niveles, sobre sus inconvenientes y ventajas y sobre cómo podemos relacionarlos con el problema del público de la música de nueva creación.