Abría crítica un periodista sevillano con el curioso titular “Sin melodía no hay paraíso”, a cuenta de la celebración de un proyecto a nivel europeo conocido como DYCE (Discovering Young Composers of Europe), que se celebró en cuatro ciudades distintas: Tallin, Oslo, Milán y Sevilla, de la mano del Ensemble U, Ensemble Cikada, Divertimento Ensemble y Ensemble Taller Sonoro. Un macro concierto con la finalidad de estrenar las obras seleccionadas por un prestigioso tribunal de entre todas las que concurrían y que lograron dar visibilidad a un nutrido grupo de jóvenes compositores europeos. El proyecto no ha acabado ahí, y seguirá presente con más actividades durante los próximos meses.
Es cierto que, para una inmensa mayoría, sin melodía, la música “con sangre entra”. Cuesta mucho más trabajo captar la atención de los pretendidos melómanos, aquellos que son siempre objeto del deseo de intérpretes, compositores y programadores -pocas veces entregados, pocas veces convencidos-, y con un continuo desvelo sobre cómo hacer que reflexionen y aprecien sobre lo que otros estamos plenamente convencidos.
De eso ha ido, en gran parte, la propuesta de llamada de atención a un potencial nuevo público en torno a las siglas del DYCE en Sevilla. Se han organizado masterclasses para alumnos de niveles intermedio de grado profesional de música; encargo y estreno de una obra para plantilla orquestal para estos mismos alumnos; actividades lúdico-pedagógicas entre conciertos; actividades pedagógicas para alumnos en edad escolar, a los que se les ha convocado en distintos puntos con jóvenes compositores que las han guiado; la creación de una obra audivisual por parte del colectivo Duro Vino, basada en vídeos donde el público “compuso” a base del uso de utensilios de cocina, a raíz de pequeños fragmentos propuestos de música actual.
El resultado de estas propuestas se antoja a medio y largo plazo. Pero, al menos, y a corto término, ha generado la necesidad de un proceso de reflexión, la voluntad de hacer frente a una realidad que rodea al hecho sonoro, el atrevimiento de implicar a nuevos e insospechados actores. Pensar, educar, formar.
El tiempo dictará sentencia, pero al menos, y amén de las actividades ya realizadas, algunas reflexiones en forma de artículos y música quedarán reflejadas en este espacio, a modo de síntesis sobre esta admonición.