CARTA DEL DIRECTOR

La facilidad para crear nuevos términos, palabras que adquieren un nuevo matiz bajo un punto de vista singular, es una constante, ya se trate del terreno artístico o social. Nombramos todo aquello que nos sobreviene, le damos forma mental, y aprendemos a convivir con ello, normalizando y aceptando el significado asignado a nuestro quehacer diario.

La «nueva normalidad», concepto que ha venido para quedarse entre nosotros -como un huésped apegado a su virus, letal y siniestro-  y que tantos cambios profundos vendrá a poner en lo que recordaremos como «vieja normalidad», supondrá, inevitablemente, la ausencia de una parte importante de un modo de vida, que por «normal», añoraremos, y sentiremos la nostalgia de lo que fue y que -esperemos que no en toda su dimensión- no regresará, o al menos no como lo conocimos hasta hace algo más de dos meses.

El ser humano siempre ha tenido una capacidad de adaptación a las circunstancias muy alta, así que toca tirar de recursos y buscar nuevas alternativas a los nuevos problemas. En breve nuestra «nueva normalidad» será nuestra «normalidad», a secas.

Aún se esperan directrices sobre qué pasará con nuestro sector. Qué medidas de protección y sociales serán necesarias para poder seguir ejerciendo con nuestro antiguo y sagrado oficio. En los últimos días, ha aparecido una esperanzadora noticia sobre un estudio realizado por -no podían ser otros- los responsables de la Filarmónica de Viena. De él se desprende que, al contrario de lo que inicialmente se intuía, tocar en grandes conjuntos no debe suponer un gran problema, ya que la posible propagación del virus no tendría efecto más allá de los 75 centímetros que , como máximo, exhalaría un flautista, mientras que en el resto de instrumentos se presenta bastante contenida. De momento, no se puede ensayar ni dar conciertos, en una situación que parece que irá para un tiempo todavía, si tenemos en cuenta que, al menos en España, no han sido emitidas ninguna serie de medidas al respecto. Parece que nuestro sector será uno de los últimos en «desescalar» y en tomar medidas que permitan volver a la «normalidad».

Son muchos los afectados, y no solo en la parte más profesional del sector. La fragilidad en nuestro ámbito se ha revelado con toda la crudeza posible. La música de cámara, de ensemble, etc., que pervive en su inmensa mayoría por la acción de músicos que no se dedican en exclusiva a esta actividad, pero que la sostienen económica y socialmente como una parte muy importante del sector cultural, se ve envuelta en una situación delicada e insospechada. Existe también otro amplio sector de instituciones musicales sin ánimo de lucro, y la situación no pinta bien, ya que la supervivencia de una gran parte de estas, depende de los actos públicos que no se están celebrando.

Urge tomar medidas claras y concisas, para la vuelta a la actividad lo antes posible y con todas las garantías sanitarias. Esperemos que todo pase lo antes posible y, en el transcurso, este maldito virus no acabe también con corporaciones que han estado conviviendo con nosotros durante una largo periodo de años, y que tanto han aportado a la calidad que impera actualmente en la música de nuestro país.