CARTA DEL DIRECTOR

No hace muchos días pude escuchar atentamente la conversación entre dos músicos con innumerables anécdotas a sus espaldas. Músicos educados en cuarteles, forjados en cabarets y que posteriormente desarrollaron su vida profesional en bandas de música. Decían que cierto Coronel de su etapa militar, a causa de los problemas causados por los instrumentos con afinación en “brillante” (para así poder concordar con las cornetas naturales que antiguamente se usaban, según referían), comentó al Capitán: “pues dejen ustedes de sacarle tanto brillo a los instrumentos…”

Esta anécdota despertó un sentimiento que a menudo suele asaltarnos a los músicos en general: el poco o escaso (re)conocimiento y sensibilidad que se demuestra ante una de las artes con mayúscula y que por derecho propio tiene ganado tal apelativo, avalado por el exiguo interés que suscita entre la mayoría de los eruditos y la clase política de nuestro País.

Este hecho es aún más preocupante en tanto en cuanto, con la futura reforma de la LOCE, se nos sigue ninguneando respecto al resto de enseñanzas superiores que conforman el panorama educativo.

Ya de por si es significativo que prácticamente no existan referencias a las enseñanzas musicales en la futura LOE, y si las hay es para retrotraernos a una situación que nos deja  casi en el punto de partida. Y no solo en cuanto a la enseñanza en Conservatorios. En la ESO se reducirá la presencia de la asignatura de música a una hora entre 1º y 3º.

Parece que el camino que se va a emprender va justo en dirección contraria con respecto a este mismo tipo de enseñanzas en Europa, o al menos no va a permitir un desarrollo en igualdad de condiciones con nuestros colegas europeos.

Aunque la situación ha mejorado, es evidente, con respecto a los últimos decenios (la LOGSE a pesar de todo fue un avance, y en el aspecto laboral fíjense si no en nuestros músicos del principio), no es menos cierto que si queríamos contar con alumnos de máximo nivel, era requisito necesario buscar un complemento formativo fuera de nuestras fronteras. También es cierto que cada vez menos, gracias a los que ya lo hicieron y regresaron con nuevos aires pedagógicos, y que son ahora los encargados de compensar, en parte, las carencias.

Pero esta situación, por si sola, es insuficiente para crear una infraestructura propia de alto rendimiento.

Tiene que ser verdad lo que dicen los expertos foráneos cuando hablan de nosotros refiriéndose a cualquier ámbito laboral: trabajamos mucho pero con una relación esfuerzo-rendimiento descompensado. Es evidente que no planificamos (legislamos) con criterios de excelencia.

Y lo peor de todo es que una vez más la historia se volverá a repetir. Veremos llegar la reforma con total pasividad, nos lamentaremos por los pasillos de los Conservatorios de lo mal que está todo, del poco afecto que nos demuestran nuestros superiores, de que no hay nadie que ponga freno a esto, etc., etc., etc.

Seguiremos siendo una enseñanza de segundo orden, a la sombra de nuestros colegas universitarios, y, lo que es peor, sin visión de futuro.

Puede ser que nos lo tengamos merecido.