CARTA DEL DIRECTOR

Tengo la ocasión, de vez en cuando, de mirar en la televisión uno de los programas de moda que más éxito ha dado tanto a la cadena que lo dio a conocer como en la que actualmente se desarrolla, y que tiene que ver con la música y la búsqueda de jóvenes valores. Tiene que ver, que oír, que admirar, que dar que pensar, que denostar, que criticar y un largo etcétera de calificativos que, no por paradójicos, casan excelentemente con todo lo que en realidad supone de reflejo de la situación de la música actual, y con este término no me refiero a la de creación, aunque la engloba, con toda su carga social y de entretenimiento -en el más amplio sentido de la palabra- que encierra.

Entretenimiento y negocio ante los que es difícil oponer cualquier tipo de resistencia, embaucados por una industria de consumo que nos hace vivir en un continuo hedonismo donde importan más las apariencias que los valores, el continente más que el contenido. Nuestro entrevistado, Jorge Fernández Guerra, reflexiona en uno de los puntos de su magnífica entrevista sobre este asunto, y nos advierte de los peligros que supone para la música actual de creación la existencia de una industria dedicada a inocularnos grandes dosis de placer a bajo coste intelectual y siempre a mayor gloria del capitalismo peor entendido, que están llegando a asfixiar las pocas vías de escape intelectual que nos quedan, cuando no adueñándose de éstas y rindiéndolas a sus pies.

Un entorno que no facilita para nada la asimilación de posturas que se acerquen a tipos de música que tengan algo que decir con respecto a la situación social que nos ha tocado vivir, que pocas veces da la oportunidad de reclamar el derecho a despertar la conciencia de la gente, del individuo como ser particular, y no disuelto y dispersado en pensamientos globales que guían y ordenan cómo debemos vivir y pensar. Cada vez más interesan fórmulas encorsetadas y simplificadas hasta límites esperpénticos, pero que facilitan enormemente la tarea a una música de consumo que solo procura placer inmediato y para un corto periodo de tiempo, cosa que tampoco tiene la más mínima importancia, porque otro producto igual tomará el relevo con la misma y cansina premisa. No pasa nada, todo da igual, no hay expectativas, nada va a cambiar. Difícil panorama para la música que, por sí misma, viene evolucionando desde tiempos remotos, que es parte de su esencia y que está condenada eternamente a hacerlo. Difícil.