CARTA DEL DIRECTOR

El tema de la crisis económica que nos afecta y que amenaza en convertirse en un problema social a poco que transcurran unas cuantas fechas, traerá consigo indefectiblemente, si no mejora la situación a corto plazo, efectos añadidos con respecto al mundo de la cultura. En una situación de recesión, con un alto índice de desempleados, y con las previsiones económicas cada vez más negativas, se presenta un escenario complicado, al cual tendrán que dar salida nuestros responsables políticos, siendo el mundo cultural uno de los terrenos complejos que tendrán que abordar con sensibilidad y respeto.

En octubre del pasado año, nuestro Ministro de Cultura presentó unos presupuestos en los que se reflejaban un leve aumento, concretamente del 0.57% con respecto al ejercicio de 2008. Para Música y Danza serán 118.5 millones de euros. Explicaba que los presupuestos, siendo austeros, venían a cubrir todas las necesidades y sobre todo no desatendían lo esencial.

Que el sostenimiento del tejido cultural pasa en gran medida por las subvenciones y el mecenazgo de las instituciones tanto públicas como privadas es un hecho incontestable, incluso para las artes que poseen industria propia con capacidad de generar beneficios al margen de éstas.

En cuanto a la música, y más concretamente la música actual, se viene detectando un interés cada vez mayor por su sostenimiento y consolidación, hecho que se refleja en Ciclos cada vez más afianzados y con una afluencia de público sostenida y afortunadamente, en expansión.

Las Ayudas al Fomento de la Música Contemporánea Española para 2008, del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, del Ministerio de Cultura español, han sido otorgadas a un amplio sector de grupos consolidados a nivel nacional y con una interesante proyección hacia Europa, lo que ha permitido poder llevar a cabo numerosos proyectos que han traído consigo la difusión de una parte importante del repertorio de creación actual. Y no solo en cuanto a grupos se refiere. También los compositores, intérpretes solistas y empresas discográficas, han sido beneficiarios de estas ayudas, dentro de una política de afianzamiento del tejido empresarial que ofrezca garantías de soportar e incrementar la actividad cultural.

Y por encima de todo, la lectura más importante que deberíamos hacer en cuanto a este tema, es la de cambio en las estructuras de gestión de los estamentos implicados, es decir, desarrollar la capacidad de acercarnos cada vez más a una mentalidad de empresa cultural, que no solo sea capaz de ofrecer un buen producto, sino que además posea la capacidad de gestionarlo y ofrecerlo con garantías de éxito, no solo en el presente sino también consolidado en etapas sucesivas.

La consecución de estas ayudas, las primeras que nacen con un carácter eminentemente unívoco de integrar todos los sectores implicados en la música actual, ha sido un primer paso importante, que no puede quedarse en un solitario y fugaz intento. Consolidar las ayudas supondrá, con los defectos y virtudes con los que ha visto la luz, consolidar un tejido artístico, empresarial, y cultural que nos pueda acercar a los países más avanzados de nuestro entorno.